Siempre nos gustaron los villancicos, su manera radiante y juvenil de festejar la venida del Señor. Pérdidas profundas parecieron empañarnos ese gozo. Y un día, al oír la Misa en si menor de Bach -uno de los mayores logros de la Humanidad-, nos sorprendió que el anuncio -en el Credo- de la encarnación del Señor se nos hiciera en el mismo tono doliente que el relato de la Pasión. La expresión “Et incarnatus est de María Virgine” sonó tan profunda y sobrecogedora como el lamento “Crucifixus etiam pro nobis”. Pero no habíamos salido de nuestro asombro cuando coro y orquesta estallaron de alegría al entonar el “Resurrexit tertia die secundum scripturas”, y lo vimos todo al trasluz.
En la figura del Niño Jesús hemos de ver, en germen, todo cuando significará nuestro Redentor, muerto y resucitado, con el que intimamos en la Comunión a diario, y guía nuestros pasos hacia el pleno logro final. Esta visión agudísima de la Navidad la debemos al mismo genio que nos deleita con su grandioso Oratorio de Navidad, con su aire festivo y el encanto de sus nanas. Es propio de todo genio ser integrador, y mostrarnos con suma expresividad las distintas facetas de un mismo evento complejo. Navidad es todo alegría y festejo, ciertamente, pero en ella celebramos nuestra salvación a través del triduo pascual. Vista desde Dios, nuestra vida ofrece dos modos de temporalidad: la del día a día, y la del todo en cada día. Debido a ello, los momentos de cada día son, para un buen cristiano, «instantes eternos». Uno de ellos, el más prometedor, es Navidad. Bendito sea por hacérnoslo ver merced a una mirada profunda.
Este fecundo espíritu integrador se lo deseamos a los amigos de la Fundación López Quintás y a los alumnos de la “Escuela de Pensamiento y Creatividad”.
Alfonso López Quintás
Navidad 2021