Navidad es, para los creyentes, un misterio de integración, no de mera suma; integración de lo humano y lo divino, del tiempo y la eternidad, la debilidad y el poderío, la ternura y la autoridad, la maldición del “id malditos al fuego eterno” y la bendición del “hoy estarás conmigo en el paraíso”. Por eso, ante el Niño de Belén se ensanchan nuestros espacios interiores, nuestro horizonte se hace inmenso, nuestra mirada se vuelve enormemente penetrante, tanto que en la impotencia del recién nacido adivinamos a «Aquel en quien Dios recapituló el universo y en el cual fuimos constituidos herederos» (Ef 1, 10-11).
Este incremento de nuestra vida espiritual nos lleva a integrar la inmanencia y la trascendencia, y a ver en cada minuto de nuestra existencia transfigurada todo el valor de la eternidad vivida con Dios. En verdad, Navidad es un misterio de integración porque lo es de transfiguración. Tal capacidad de transfiguración e integración se la desea la Fundación López Quintás a todos sus amigos con el calor de un abrazo navideño.